3 de mayo de 2024

La entrañable redención de un puteador argentino

Manuel, crítico gastronómico y paradigma de bonaerense, es provocador, altivo y sofisticado. Cuando fallece Celsa, quien se ocupó durante décadas de organizar el hogar y su vida, Manuel se siente perdido. Entonces, contrata a una joven paraguaya.


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Por Ignacio Rapari

Es innegable que la dupla Cohn/Duprat consolidó durante su trayectoria una marca autoral que se destaca, especialmente, en rasgos muy particulares de sus protagonistas (siempre más despreciables que entrañables) acentuados por una condición de “argentinidad” que para los realizadores no hace más que empeorar cualquier característica de los personajes en cuestión. Y aunque los avances de Nada auguraban una producción típica de esta dupla hay que destacar que se trata de una de las producciones más sensibles, sencillas y emotivas de su filmografía.

Los breves cinco episodios de Nada (cada uno titulado con alguna expresión argentina anunciada tanto en inglés como español por Robert de Niro, en algo más que una mera participación especial en el último episodio) siguen la historia de Manuel Tamayo Prats (un desopilante Luis Brandoni), crítico gastronómico que pasa sus días dándole extravagantes órdenes a su empleada/ayudante/secretaria Celsa (María Rosa Fugazot). Manuel es totalmente dependiente de Celsa, a punto tal que durante el primer episodio prácticamente no veremos que nuestro protagonista haga algo por sí solo. Al menos hasta que un evento inesperado cambie de manera radical la vida –y especialmente la rutina- de Manuel. Esto hará que una nueva mujer, Antonia (enorme Majo Cabrera) termine quedando bajo el insoportable mando del critico, que hasta la hará atravesar una serie de insólitas pruebas para decidir si la contrata o no.


Aunque a esta altura es inevitable que el cinismo de la dupla realizadora no esté presente en algún diálogo o situación (tampoco es algo negativo que así sea siendo que es uno de los elementos que más disfrutan sus seguidores), Nada es una historia de amistad, transformación y hasta de amor por Buenos Aires que apela a una simpleza más que bienvenida y absolutamente alejada del elemental y desacertado tono de su avance, del afiche de Brandoni semidesnudo (la explicación de esa decisión termina siendo fantástica) y otras particularidades recurrentes de la dupla Cohn/Duprat.

En definitiva, Nada terminó tratándose de una de las grandes sorpresas del año. Y que como su amigo Vincent Parisi (De Niro), una puteada en boca de Tamayo Prats/Brandoni es música. Un tango.


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