27 de abril de 2024

Breves reflexiones sobre una película odiada por propios y extraños


Por Ignacio Rapari

Mucho tiempo antes de su estreno, No te preocupes cariño (Don’t Worry Darling) ya empezaba a trascender por cuestiones extra cinematográficas que auguraban un completo desastre. ¿Qué podía salir bien de una producción que incluso antes de su rodaje comenzó maldita? Bueno, no es un interrogante del todo acertado si tenemos en cuenta que del pico de la pirámide de rodajes caóticos salió Apocalipsis Now. Pero nadie podía pretender que la nueva película de Olivia Wilde integre esa privilegiada lista de títulos que se vieron beneficiados por la desgracia.

Las primeras reseñas del film protagonizado por la gran Florence Pugh -efectivamente- confirmaron que No te preocupes cariño no había resultado para nada bien, sino todo lo contrario. Pero, ¿fue merecido el “bombardeo” de reseñas que recibió la película? En realidad, lo que más puede comprometer a la película es su resolución, bastante trillada teniendo en cuenta otros desenlaces similares, aunque no del todo previsible gracias a varios aciertos narrativos, estéticos e interpretativos que logran el mérito suficiente para que el interés persista y, como consecuencia, intentemos suponer qué hay detrás de ese idílico pero perturbador Proyecto Victoria. En ese sentido, No te preocupes cariño cumple sin inconvenientes con los requisitos para sostener un relato fantástico de este estilo.


En primer lugar, se presenta con acierto un mundo que contrasta visualmente con el actual. Una representación de lo que conocemos de los años 50 (idéntica a la de los primeros episodios de WandaVision, por citar un caso reciente, y creado con un diseño de producción apabullante) distinguida por colores vivos, hombres que tienen el maletín casi como una extensión del brazo y mujeres que resplandecen en el interior del hogar. Sin embargo, el espectador sabe de antemano que no estamos ante un mundo perfecto y que pronto comenzarán los primeros quiebres. Esa idea que todos tienen del proyecto urbanístico comandado por Frank (Chris Pine), una especie de referente incuestionable, se ve amenazada cuando una de esas “mujeres soñadas” deja de ser tal y comienza a cuestionar cosas que no parecen del todo normales. Por momentos, los comportamientos de este personaje se aproximan a la histeria, y esa histeria es la que simboliza una amenaza para una comunidad que no requiere interrogantes.

Inevitablemente, es lógico que ese disparador se traslade a Alice (Pugh), y desde ese momento en adelante, lo surrealista adquiere un plano relevante. De hecho, los episodios en que lo fantástico adquiere mayor relevancia concluyen en una resolución interesante.

La idea no es spoilearla (pueden leer nuestra review ACÁ), aunque sí detallar dónde está el mérito. Como directora, Olivia Wilde logra crear la tensión suficiente como para que sospechemos que esos episodios (como ventanas que buscan aplastar Alice) son parte de algo cuando -en realidad- son consecuencia de otra cosa totalmente distinta.

Hay algunos excesos en la búsqueda de la resolución, que se extiende sin tanta necesidad, y algunas fallas sobre la última composición de Jack (Harry Styles), que casi como si se tratara de una tentación ineludible, cae en ciertos rasgos innecesarios para que el punto de la historia quede claro. Pero el resto de su interpretación como clásico galán de época sin demasiados matices, amén de que estén lejos de brillar, no implican en ningún momento el desastre del que todo el mundo habla. Aunque es inevitable pensar en qué le hubiera aportado a su personaje un actor de la intensidad de Shia LaBeouf, uno de los nombres con las que comenzaron los problemas de la producción tras su desplazamiento.

En definitiva, No te preocupes cariño, sin ser brillante, es un más que correcto relato fantástico, trabajado con las necesidades que demanda el género. Sus carencias o sus marcadas influencias impiden que sea disruptiva o trascendente, pero eso lejos está de convertirla en un producto aburrido o sin ningún valor que, por momentos, hasta consigue ser irresistible.

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