La continuación de Cortar por la línea de puntos
A través de su alter-ego animado, el caricaturista Zerocalcare reflexiona sobre los movimientos de derecha y la xenofobia en una Italia a punto de explotar. Además, la llegada de un viejo amigo lo hará rememoras los viejos tiempos y cómo los caminos pueden cruzarse o alejarse.
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Por Ignacio Pedraza
En 2021 Netflix sorprendió en su catalogo con una propuesta novedosa e irruptiva: Cortar por la línea de puntos (Strappare lungo i bordi, 2021) reflejaba en pantalla las ideas y trabajos del reconocido historietista italiano Zerocalcare, representándose a sí mismo a través de la animación en capítulos enérgicos que no superaban los veinte minutos.
El dinamismo no debe confundirse con la ligereza, ya que el guion poco tiene que ver con dicho sinónimo al abordar cuestiones existencialistas con humor negro, alegorías y meditaciones con gran creatividad que la posicionaban como una producción realmente notoria. Lo que a lo largo de su carrera logró destacar entre las páginas, la adaptación a la pantalla resalta su recorrido en las viñetas.
Pero el desafío era ir por más, y dos años después de aquel proyecto que tantos elogios arrojó se presentaba una nueva historia: Este mundo no me hará mala persona (Questo mondo non mi renderá cattivo, 2023) vuelve a exhibir al alter-ego del dibujante, aunque con una vertiente aún más espesa y bien específica que permite pensar que lo primero que quiso evitar Zero fue autocopiarse.
Sí, el protagonista vuelve a hablar con su subconsciente en forma de armadillo (Valerio Mastandrea) que lo ayuda a encarrilarse en esta vida caótica, la sociedad está formada por seres antropomórficos y el adulto sigue replanteando todo a puras referencias históricas, de la cultura pop y del metalenguaje. Sin embargo, esta “segunda temporada” cuenta con un contenido político aún más específico –podríamos debatir eternamente qué no es lo político en dicha creación- con temáticas apuntadas a la xenofobia y el fascismo junto a los discursos de odio.
A lo que en su antecesora respondía a dos vías que, en un primer momento, parecían paralelas ya que un carril marchaba por los dilemas personalistas y descriptivos sobre el personaje; y la otra relataba el viaje a Biella junto a Sarah y Secco -obviamente que dicho encuadre terminaba por homogeneizarse, ya que nada era azaroso y la voz en off terminaba por congeniarse con la tragedia que acompañaba a los personajes-, en esta ocasión la trama tiene más notoria relación con las cavilaciones del protagonista, donde todo se enmarca en un nuevo personaje: Cesare. La llegada de un viejo amigo del barrio, el tiempo pasado y perdido y los cambios en la forma de ser de cada uno de ellos se adaptan a las discusiones sociales y políticas que hay hoy en Europa, y que su creador, director y guionista quiere abarcar.
A través de declaraciones ante la policía de algunos personajes como espacio para la construcción del relato, la narrativa viaja libremente por el tiempo, con un narrador que pasa de protagonista a testigo, donde su perspectiva es nuevamente el viaje por el que transcurrimos a lo largo de los seis episodios –con un mayor puñado de minutos en cada envío respecto al trabajo anterior-. Está claro que dicha temática no es solo arrojada a la mesa de manera artificial o intentando emitir objetividad, sino que el hombre de la remera negra –y por ende, la mente detrás de todo- tienen una postura clara que confronta con dichos espacios autoritarios y xenófobos.
Si bien desde una primera lectura puede pasar como más espesa por la cantidad de contenido que arroja, el nuevo trabajo de Zerocalcare arroja de manera más visible las cartas para seguir la historia de su personaje y enriquecer a través de la pantalla chica un interesantísimo formato para consumir –y problematizar sobre nuestra sociedad- en el streaming.
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