30 de abril de 2024

El talentoso Mr. Keoghan

El ignoto Oliver ingresa a Oxford y logra entablar amistad con el carismático Felix. Tras finalizar las cursadas, el joven lo invita a pasar el verano en su imponente mansión de Saltburn, donde conocerá a su especial familia.


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Por Ignacio Pedraza

Tras su grata ópera prima como fue Hermosa venganza (Promising Young Woman, 2020), Emerald Fennell logró sorprender con un thriller donde logró codearse con diferentes géneros, un mensaje potente e interpretaciones al compás del proyecto encomendado por su realizadora. Ante esto, su segundo trabajo como es Saltburn (2023) ya la posicionaba con sentimientos expectantes.

Oliver (Barry Keoghan) hace sus primeros pasos en Oxford y queda impactado por el carisma de Felix (Jacob Elordi) donde buscará llamar su atención de cualquiera manera. Tras lograrlo y acometer una relación, el popular joven decide invitarlo a pasar el verano en su mansión que lleva el nombre del film, por lo que conocerá a la peculiar familia Catton.

Desde el primer momento, donde vemos la llegada del protagonista al centro de estudios, Fennell saca a relucir toda su puesta en escena con una fotografía –a cargo de Linus Sandgren– bien marcada que se aleja de la paleta de color pastel que caracterizó su trabajo anterior. En este caso, lo apagado se hace presente y que es funcional al tono que decide impregnar su directora.

A diferencia de lo que vimos hace dos años con el personaje de Carey Mulligan –aquí vuelve aparecer pero en una participación especial-, la narrativa se apoya en un relato más clásico que profundiza la introducción hasta llegar a la casona –más allá de una primera escena que evidencia el destino de sus personajes- y que vamos conociendo la relación entre Oliver y Felix.

La interacción entre ambos es la clave para que la historia se enriquezca, tanto entre sus acciones como los secretos de cada uno. Claramente, la trama logra fortalecerse a partir de la llegada al castillo, que se coloca como un personaje más y pone en relación a toda la familia. Desde allí, lo interesante pasa por el código que se vigoriza a través de la comedia negra pero, mayormente, bajo el suspenso.


Si bien aquel consumidor de este tipo de proyectos puede anticipar lo que viene –es inevitable la reminiscencia a El talentoso Sr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, 1999), la construcción del relato por medio de la solemnidad es lo más interesante del film, más allá de una cierta fatiga que se siente en el último acto principalmente por una explanación que resulta innecesaria, más tomando en cuenta el tono encubridor que se fue construyendo.

El gran trabajo de Keoghan –quien si bien presenta una interpretación similar a la de alguna ocasión pasada, vuelve a destacar- y la musicalización atinada de Anthony Willis sobresalen y dejan buenas sensaciones, más allá del relato que podría insinuar sobre cuestiones de clases o ambiciones humanas sin tanta especificidad. Está claro que, más allá de rozar lo ambicioso, la directora arroja trabajos interesantes para seguirle el ojo cuando le toque sentarse en la silla.


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